Martes 17 de junio de 2025

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Tedeum del 25 de Mayo

Homilía de monseñor Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná, durante el tedeum del 25 de Mayo (Iglesia catedral, 25 de mayo de 2025)

Queridos hermanos:

Hoy, en esta celebración del Tedeum, nos reunimos como Pueblo de Dios para dar gracias al Señor por el don de la historia que compartimos y por la esperanza que nos anima. En este 25 de mayo, recordamos la gesta de 1810 cuando nuestros próceres dieron un paso decisivo hacia la independencia y la construcción de una nación libre y soberana.

Nuestra provincia, Entre Ríos, es un territorio bendecido por la abundancia de ríos, arroyos y lagunas que nutren nuestra tierra y nuestra vida. Somos una provincia marcada por la diversidad cultural, donde conviven las huellas de los pueblos originarios, con las tradiciones de los inmigrantes europeos que llegaron en el siglo XIX, aportando su fe, trabajo y alegría.

Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia. “Hacemos memoria del camino andado para abrir espacios al futuro” (Cardenal Jorge Bergoglio).

Toda celebración patria presenta una mirada al pasado en el que reconocemos nuestras raíces; una vivencia del presente que nos compromete y nos lleva a examinar nuestros logros, pero también nuestros límites y carencias; y una mirada hacia el futuro que nos llama al compromiso de todos para construir una Argentina mucho mejor para las futuras generaciones.

En esta oportunidad, permítanme recordar otro hecho histórico, la figura de nuestro querido Papa Francisco, recientemente fallecido. Como homenaje a quien todos coinciden en considerar como el argentino más importante de la historia, quisiera recordar algunos de sus pensamientos que nos comprometen en el “hoy” de nuestra Patria.

El Papa Francisco nos invitaba a reconocer la riqueza de nuestra diversidad y a vivirla como una oportunidad para el encuentro y la fraternidad. En su encíclica Fratelli Tutti, nos recordó que "la unidad es superior al conflicto" y que "la fraternidad es el camino para la paz" (FT 228).

Vivimos tiempos de polarización y división, donde a menudo prevalecen la indiferencia y el descarte. El Papa Francisco nos llamó a construir una "cultura del encuentro", donde se valore a cada persona, especialmente a los pobres, los migrantes y los excluidos. En Fratelli Tutti, nos exhortó a "reconocer que todos somos hermanos" y a "trabajar juntos por un mundo más justo y fraterno" (FT 8).

Estamos llamados a salir de toda lógica de enfrentamiento estéril. Francisco insistió en que “la unidad es superior al conflicto” (Evangelii Gaudium, 228). La Argentina necesita de dirigentes con grandeza de espíritu, capaces de tender puentes, escuchar otras voces y buscar consensos duraderos.

Para refundar los vínculos sociales, tan debilitados en nuestra Patria, debemos apelar a la ética de la solidaridad. El punto de vista ordenador de esta cultura debe centrarse en el hombre, principio, sujeto y fin de toda actividad humana.

Urge recrear los lazos de la amistad social entre los argentinos para pacificar los corazones tan heridos y enfrentados. Es imprescindible la reconciliación para poder aspirar a una Nación que tenga pasión por la verdad y compromiso por el bien común.

Para quienes creemos en Cristo, la paz es fruto de la justicia, y esos valores sólo se logran con respeto y diálogo, con altura en la mirada, dejando de lado actitudes mezquinas, y sobre todo con humildad.

Necesitamos que todos los ciudadanos nos comprometamos en el bien común de la Patria; tenemos que ponernos la Patria al hombro, como le gustaba decir a Francisco, cuando estaba en Argentina. Sin excepción, no tenemos derecho a la indiferencia, al individualismo, al desinterés o a mirar hacia otro lado. Nos necesita humildes, sencillos, disponibles, dispuestos a dar lo mejor de nosotros para que la Patria se levante.

Hay dificultades, no las negamos. 

Y frente a ellas tenemos que superar la parálisis frente al mal, vencer la tentación de la queja inútil, de la protesta por la protesta. Debemos reaccionar como Jesús, amando a la Patria, como exigencia del mandamiento que nos pide honrar al padre y a la madre, porque la Patria es el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados, es un bien común de todos los ciudadanos, y como tal, también es un gran deber.

Recibimos la Patria como un legado maravilloso y una tarea inacabada. Todos somos constructores y responsables de su futuro. No esperemos a ver qué hacen los otros; no miremos con indiferencia lo que no nos toca; despertemos de la inmadurez de pretender un estado paternalista. La Argentina es una obra de todos, que se hace con el deber de cada día, hecho con esfuerzo, con honestidad, pensando más en los otros que en el propio interés. Actitud que supone heroísmo para no cansarse, para no claudicar, para comenzar cada mañana en nuestro lugar, para creer y esperar que, con la Gracia de Dios, otra Argentina es posible legar a nuestros hijos.

Para poder realizar esta noble tarea, todos debemos superar los individualismos, los partidismos, los intereses egoístas y trabajar decididamente por el bien común. Todos tenemos que sentirnos patriotas, como nuestros próceres de mayo.

En este día, en que se mezcla la preocupación y la esperanza, venimos aquí a implorar al Señor, que ilumine nuestro camino y fortalezca nuestros espíritus, especialmente que dé sabiduría y prudencia a nuestros gobernantes para que sean instrumentos de justicia, paz y solidaridad, en favor de los más necesitados particularmente.

Todo líder (político, social, empresarial, social, religioso) para ser un verdadero dirigente, ha de ser ante todo testigo. Es la ejemplaridad de la vida personal y el testimonio de la coherencia existencial…, es la aptitud de ir progresivamente interpretando al pueblo,…de expresar sus anhelos, sus dolores, su vitalidad, su identidad”.

Rezamos especialmente por tantos hermanos que están pasando un mal momento, para que no se cansen y tengan esperanza que, entre todos, con la Gracia de Dios, podemos colaborar para que tengan una vida digna.

La Argentina grande, sin excluidos, que anhelamos todos, no se impone por un decreto ni por un arreglo de unos pocos.

No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político.

Demos gracias a Dios e invoquemos la protección de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina, para que nos dé el gusto por lo grande y noble; que nos preserve de la tentación de lo pequeño e inmediato; que no nos asuste el cansancio o las dificultades; pero que sí nos asuste la falta de ideales que no nos permitan soñar con una Argentina en donde reine la paz, la justicia y el amor, que es la cumbre de aquel camino social que nos ha enseñado su Hijo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Monseñor Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná