Mons. Castagna: 'Fe y manifestaciones extraordinarias'
- 26 de diciembre, 2025
- Corrientes (AICA)
"Los efectos de la personal devoción a Cristo, en su admirable sacramento, alcanzan ribetes extraordinarios en personas y circunstancia históricamente identificables", aseguró el arzobispo.
Sugerencia para la homilía de monseñor Castagna
Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, aseguró que "los efectos de la personal devoción a Cristo, en su admirable sacramento, alcanzan ribetes extraordinarios en personas y circunstancia históricamente identificables".
"Los milagros eucarísticos, que Carlo (Acutis) recopila con entusiasmo y prolijidad, no dejan de conmovernos", destacó.
El arzobispo consideró que "es momento de orientar nuestra fe, como lo hicieron ellos, más allá de las experiencias extraordinarias innecesarias, que no obstante siguen sucediendo".
"Las mismas no constituyen signos privilegiados de merecimientos personales y de santidad", afirmó.
"Las familias de los cristianos deben reproducir la belleza y santidad de la familia de Nazaret. Se orientan por la fe, sin exigir fenómenos extraordinarios, aunque suceden por la condescendencia y amorosa comprensión del Dios, que ama al mundo", concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- San José en la Familia de Jesús y María. San José supera, con humildad y obediencia, el riesgo de ser alcanzado por sus cueles perseguidores, consolidando así, su liderazgo en la Sagrada Familia, como custodio de Jesús y de María. El deterioro que sufre hoy la familia necesita el antídoto del rol providencial del padre y de la madre, transparentados en Nazaret. La Sagrada Familia de Jesús, María y José confirma los valores perennes e indestructibles de la familia humana. Es oportuno que esta Solemnidad nos ofrezca la ocasión de re proponer este ideal. Las enormes oposiciones, infiltradas en los actuales medios de comunicación social, constituyen un desafío que el mundo interpone de manera continua. No debe ser nuestro propósito caer en un falso irenismo que disimule los errores e incorpore la corrupción como si fuera normal. El pecado es antihumano y, por lo mismo, óbice para una auténtica humanización. El Evangelio de la Familia, plasmado en la Sagrada Familia de Nazaret, es gracia y norma, si se desea renovar la familia humana. Es la ocasión innegable. Los males que abruman a la sociedad tienen su raíz en una familia sin proyecto. Únicamente la Iglesia presenta la idea de familia que toda familia debiera realizar. Lo hace presentando a la Sagrada Familia como modelo al que debiera acercarse toda familia, al menos en la adopción inicial de valores y virtudes que - en Ella - se expresan a la perfección. Para llegar a esa perfección se requiere que la fe nos proporcione su conocimiento. La celebración de la Sagrada Familia nos introduce en Nazaret, como le ocurrió a San Carlos de Foucault, para cultivar sus virtudes y dejar que la gracia cumpla en cada una de nuestras familias el proyecto que en ella logra su perfecto intento. El deterioro que nuestras familias manifiestan hoy, tanto en su aspecto práctico como teórico, sigue avanzando como una avalancha, solo refrenable por la gracia de Cristo, principal integrante de la Sagrada Familia de Nazaret.
2.- La Sagrada Familia, modelo de toda familia. La Sagrada Familia, injustamente perseguida, debe emigrar a tierras extranjeras, y enfrentar los riesgos de los primeros años de la vida de Jesús. El silencio causado por el desarraigo es el causante del desamparo, por parte de los hombres, y de la inestabilidad más abrumadora, impuesta por aquella sociedad. La Sagrada Familia lo ha sufrido todo, como la más pobre de las familias. De esa manera puede ser modelo de toda familia. Y lo es, ofreciendo el humilde espectáculo de todas las virtudes. La fe nos proporciona la capacidad de conocerlas y aprenderlas, reveladas en Jesús, María y José. La Iglesia, que siempre se mueve en la fe, puede mostrar la honda piedad, la obediencia al Padre, la humildad y el amor entrañable que une a las diversas sagradas personas. El texto evangélico de San Mateo, relata simple y emotivamente las escenas de la huida a Egipto, y la permanencia en ese país, en espera de nuevas disposiciones, transmitidas por el Santo Ángel: "Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". (Mateo 2, 19-20) Siempre es José quien ejerce el liderazgo de la Familia, siendo el menos importante. Así es como obra Dios: elige lo más pobre para transmitir sus principales dones. José es el más humilde, siguiendo a Jesús y a María. No acabamos de aprender la lección más importante, y se produce inevitablemente la incapacidad para obtener la sabiduría necesaria para formular toda verdad. El sabio es humilde, o no es sabio. Es preciso reconocer en la humildad de los grandes, el resplandor de la verdad. Entendemos por "grandes" a quienes constituyen el alma de una humanidad encaminada a Dios, como suprema Verdad. Son los santos, y quienes han emprendido una real aproximación a la Verdad. Jesús, María y José constituyen el modelo humano, - necesitado por hombres y mujeres de todas las edades y condiciones - para lograr evadir la desorientación y el extravío. Los santos, y sus aproximaciones, poseen la capacidad de recuperar el rumbo que conduce a la Verdad. Es lamentable que verdaderas multitudes vivan apartados de las enseñanzas que proceden de estos modelos, que la gracia del Redentor hace accesibles a todos. El esfuerzo pastoral de la Iglesia consiste en causar, con el Evangelio y la Eucaristía, el deseo de ser de Jesús, recorriendo su camino de cruz y de amor sin medida. Es un extenso tránsito, del que depende nuestra felicidad y la de tantos otros, íntimamente comprometidos en el mismo empeño que nosotros.
3.- José, silencioso, pobre y obediente a Dios. El riesgoso regreso de la Sagrada Familia a Israel, compromete especialmente a José que se mueve al ritmo de las disposiciones divinas, y que no puede eludir el doloroso deber de hacerse cargo del movimiento de su preciosa comunidad familiar. Sin embargo, su situación personal incluye tomar decisiones y cuidar su Familia de los peligros que la asedian. Su confianza en la asistencia divina lo reviste de un coraje excepcional. A José silencioso y pobre, no le queda más que confiar en el Padre. Su amor a Dios va más allá. Está animado por el rendimiento de la propia voluntad a la de Quien le ha confiado la custodia de Jesús y María. No lograremos la calidad de la confianza hasta calibrar su amor incondicional al Padre y al mundo. Únicamente así se entiende el doloroso drama de la Cruz, que nos ofrece su contenido revelado para prolongar los momentos de contemplación. Es la mayor expresión humana del amor de Dios. Es Cristo, el Verbo hecho hombre, quien la formula afirmando que "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos". Él declara a los hombres sus amigos, y muere por ellos. Y ¡qué muerte! Los evangelizadores deben promover la memoria, para la conversión, de la humillante muerte de Cristo por amor a todos, sin excluir a los pecadores más endurecidos. La Eucaristía es ese Memorial, que la Iglesia celebra, continuamente, por el ministerio de sus sacerdotes. A veces enfriamos ese memorial, ocultándolo en formas rituales frías y esquemáticas. Dios sacude nuestra modorra con la aparición de santos, que - algunos de ellos - nos sorprenden por su juventud. Un adolescente de 15 años - Carlo Acutis - ha impartido, sin proponérselo, una impresionante lección de amor a la Eucaristía. Es preciso seguir los ardientes pasos que él - con tantos otros - ha impreso en la Iglesia y en el mundo. Los efectos de esa personal devoción a Cristo, en su admirable Sacramento, alcanzan ribetes extraordinarios en personas y circunstancia históricamente identificables. Los milagros eucarísticos, que San Carlo recopila con entusiasmo y prolijidad, no dejan de conmovernos.
4.- Fe y manifestaciones extraordinarias. Es momento de orientar nuestra fe, como lo hicieron ellos, más allá de las experiencias extraordinarias innecesarias, que no obstante siguen sucediendo. Las mismas no constituyen signos privilegiados de merecimientos personales y de santidad. Las familias de los cristianos deben reproducir la belleza y santidad de la Familia de Nazaret. Se orientan por la fe, sin exigir fenómenos extraordinarios, aunque suceden por la condescendencia y amorosa comprensión del Dios, que ama al mundo.+
