Lunes 16 de junio de 2025

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"Somos juglares de Dios"

Carta pastoral de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco, por los 800 años del "Cántico del hermano Sol" de san Francisco de Asís (25 de mayo de 2025)

En memoria del papa Francisco.

1. Hace ochocientos años, san Francisco de Asís componía su “Cántico del Hermano Sol” o “Cántico de las Criaturas”. Es marzo o abril de 1225 y Francisco está alojado en San Damián. El año anterior, había recibido los estigmas. Sus padecimientos corporales se han acrecentado. En una noche de intensos dolores, Francisco suplica la ayuda divina para soportarlos con paciencia. El Señor le responde: “Pues bien, hermano; regocíjate y alégrate en medio de tus enfermedades y tribulaciones, pues por lo demás has de sentirte tan en paz como si estuvieras ya en mi reino”.[1]

2. A la mañana siguiente, abre el corazón a sus hermanos: “Se sentó, se concentró un momento y empezó a decir: «Altísimo, omnipotente, buen Señor...» Y compuso para esta alabanza una melodía que enseñó a sus compañeros para que la cantaran. Su corazón se llenó de tanta dulzura y consuelo, que quería mandar a alguien en busca del hermano Pacífico, en el siglo rey de los versos y muy cortesano maestro de cantores, para que, en compañía de algunos hermanos buenos y espirituales, fuera por el mundo predicando y alabando a Dios.[2]

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3. Cuando celebramos en nuestra catedral, la espléndida imagen del panel central del presbiterio, que representa a san Francisco con el Evangelio en su mano y “confundido” con Cristo, parece decirnos: «¿Están realmente dispuestos a hacerse una sola cosa con Jesús, su Evangelio y la misión de llevar al mundo su Alegría? ¿No quieren ser también ustedes “juglares de Dios”?»

4. Desde su creación por san Juan XXIII en 1961, nuestra diócesis se llama “San Francisco”, porque en esta ciudad está la sede del obispo[3]. Sin embargo, la Providencia tiene también sus razones que de a poco vamos descubriendo. Son gracia y buena noticia para nosotros. Si Dios quiere, el año próximo será nuestro primer Sínodo diocesano. Francisco, “juglar de Dios”, tiene mucho para decirnos. Él tiene que estar presente en nuestro Sínodo.

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5. Francisco escribe el Cántico y compone una melodía que se ha perdido. Quiere que los hermanos lo canten por la calle, en las plazas y en los pueblos. “Quería, y es lo que les aconsejaba, que primero alguno de ellos que supiera predicar lo hiciera y que después de la predicación cantaran las Alabanzas del Señor, como verdaderos juglares del Señor. Quería que, concluidas las alabanzas, el predicador dijera al pueblo: «Somos juglares del Señor, y la única paga que deseamos de ustedes es que permanezcan en verdadera penitencia». Y añadía: «¿Qué son, en efecto, los siervos de Dios sino unos juglares que deben mover los corazones para encaminarlos a las alegrías del espíritu?». Y lo decía en particular de los hermanos menores, que han sido dados al pueblo para su salvación.”[4]

6. Predicar y buscar la conversión. Y cantar. ¿Es qué se puede predicar la Buena Noticia de Jesús de otra forma que cantando? María es también modelo de esta actitud misionera fundamental: se pone en camino, feliz por haber creído, y canta “la grandeza del Señor”, uniendo a su alabanza a Isabel, Zacarías y Juan Bautista. Y a todos nosotros.

7. Notemos algo importante: ser “juglares del Señor” no es un modo de hacer cosas, sino una forma de ser y de encarar la vida. Es bonito cantar en la Misa o en una reunión comunitaria. El verdadero desafío, sin embargo, está fuera de los salones parroquiales: en nuestra casa, en nuestro barrio, en los espacios donde nos movemos cada día. Allí estamos llamados a ser “juglares del Señor”.

8. Espero sinceramente que nuestro Sínodo sea un momento intenso para reavivar en nosotros este entusiasmo por la misión. Porque cantar como “juglares de Dios” es una hermosa forma de expresar la identidad misionera que nos da el bautismo. Es la naturaleza misma de la Iglesia. Es gracia que suplico a Dios y que le confío a María y a san Francisco.

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9. ¿Qué nos enseña el Cántico al Hermano Sol de Francisco? ¿Cómo nos enseña a cantar y a vivir? ¿Qué camino de conversión nos indica?[5]

10. Francisco compone el Cántico al final de su camino terrenal. Cada estrofa, palabra e imagen que usa, deja entrever la experiencia que lo ha transformado: el encuentro con Jesús. “Francisco de Asís no fue al principio un modelo de dulzura. Sus ambiciones le habían llevado a la guerra: la guerra querida como camino hacia la gloria. Pero encontró a Cristo. Y al final, si el universo se transfiguró a sus ojos, fue porque su corazón se abrió a la gran dulzura de Dios. Convirtió el lobo, ese lobo que no sólo corre por los bosques, sino que dormita en cada uno de nosotros. Y el lobo se hizo fraterno. Esta fuerza de combate y crueldad se metamorfoseó en una energía de amor, en una fuerza creadora de comunión entre los seres”[6].

11. En la Navidad de 1223, una inspiración lo estremece: recrear el relato del nacimiento del Señor y así, teniendo ante los ojos la pobreza de Belén, dejarnos ganar por la dulzura y mansedumbre de Dios y su Emanuel, nacido como hermano de todos. Ese “pesebre viviente” es un paso en el camino que desembocará en el Cántico, cuando Francisco convoque a las criaturas (el sol, la luna y las estrellas, el viento y el agua, y la tierra) para cantar la gloria del Señor.

12. La primera estrofa es una explosión de alabanza, adoración y humildad al “Altísimo y buen Señor”. Francisco abreva aquí en la más pura tradición bíblica: la oración es, ante todo, bendición y acción de gracias al Dios que supera todo lo que podemos pensar. Asoma ya la actitud fundamental desde la que Francisco alaba: la humildad de quien reconoce que “ningún hombre es digno de hacer de ti mención”. Cuando alaba a Dios por el “señor hermano Sol”, Francisco reconoce que el astro rey es sencillamente símbolo vivo del Dios que ilumina la vida.

13. Es cierto que en ninguna estrofa aparece el nombre de Cristo. Lo que pasa es que esa humildad que Francisco vive como nadie es la misma de Cristo. No solo es imitación del Maestro: es sello de la presencia viva de la mansedumbre, paciencia y dulzura del Crucificado que Francisco lleva impresas en su cuerpo y, antes que nada, en su alma. En el Cántico es Francisco el que canta, pero es Cristo, el Hijo, el que alaba al Padre del cielo.

14. A cada uno de los elementos que evoca en su alabanza los trata como hermanos o hermanas. Es otro rasgo de Cristo en el alma de Francisco: primogénito entre muchos hermanos, el Resucitado ha renovado toda la creación sembrando una fraternidad que abraza a todos los elementos del mundo. La humildad y mansedumbre de Francisco son expresión de esa comunión fraterna que es también un rasgo distintivo de su espiritualidad. Nos lo recordaba con sabiduría el papa Francisco en su gran encíclica Laudato Si’.

15. Cuando leás o recés el Cántico de Francisco observá con detenimiento los adjetivos con que califica a los elementos de la creación. Evocan a Cristo, tanto como al alma de Francisco. Por ejemplo, cuando celebra a la “hermana luna y las estrellas”: algunos comentaristas han hecho notar que Francisco solo usa el adjetivo “preciosas” aquí y para hablar de la Eucaristía. O, cuando canta la humildad de la “hermana agua” o la potencia del “hermano viento” que sustenta la vida (como el Espíritu Santo en la creación y en la redención). ¿Qué evocan en tu corazón estos símbolos primordiales? ¿Qué despiertan en tu memoria o en tus anhelos más hondos?

16. Me detengo en la estrofa dedicada al “hermano fuego”: Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche, y él es bello y alegre y robusto y fuerte.” Francisco sentía un cariño especial por el fuego. Lo documentan sus biógrafos. ¿Será porque ve en él al fuego que es Cristo, su Señor? ¿O porque él mismo es fuego que no se puede apagar? Seguramente por ambas razones. Fuego es Cristo y fuego es Francisco. ¿Qué despierta en vos la imagen del fuego? ¿Qué fuego te habita? ¿Arde el fuego de la caridad de Cristo en nuestra Iglesia? ¿O está como muerto?

17. Por último, un aspecto del Cántico de Francisco muy actual: compuesto al final de su peregrinaje terrenal, el Cántico refleja una vida reconciliada. Veamos las dos últimas estrofas, dedicadas al perdón y a la “hermana muerte corporal”. Francisco sabe que todo está en manos de Dios. Él ha pacificado su corazón, le ha dado libertad interior y lo ha hecho artesano de paz. Solo hombres y mujeres así reconciliados pueden ser “levadura de paz” en un mundo atravesado por distintas formas de violencia que nacen de corazones heridos. Nuestra Iglesia, la humanidad, nuestra Argentina necesitan paz y perdón: “Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y soportan enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, porque por ti, Altísimo, coronados serán”.

18. Como el Padre nuestro, el Cántico de Francisco comienza mirando al cielo: al Dios Padre, altísimo y omnipotente; pero termina mirando la tierra que nos recibe cuando llega la hora de “nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.” Y, como un eco de la oración jubilosa de Jesús, la última estrofa evoca la actitud fundamental del hombre que se descubre hijo y hermano: “Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad.” Es la humildad de los pequeños, a los que Dios se revela y en los que se complace.

19. Invito entonces a nuestra Iglesia diocesana, y a cada uno de los que formamos parte de esta gran familia “franciscana” a cantar con nuestro padre san Francisco la belleza de nuestro Dios, convocando para ello a toda la creación. Seamos en esta hora de la historia “juglares de Dios” para nuestros hermanos. Cantémoslo con los labios, con el corazón y, sobre todo, con nuestra vida.

San Francisco, 25 de mayo de 2025
Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco


Notas:
[1] Leyenda de Perusa 83.
[2] Ibidem.
[3] Y la ciudad se llama así, porque su fundador, José Bernardo Iturraspe, quiso honrar a su hermano Francisco, gobernador de Santa Fe. Desde sus orígenes, el patrono de la ciudad fue San Francisco de Asís, como lo atestigua la capilla de “Plaza San Francisco” y la hermosa imagen que preside su altar mayor.
[4] Leyenda de Perusa 83.
[5] En lo que sigue, como en toda la Carta pastoral me he inspirado en el comentario de Fray Eloi Leclerc ofm, El Cántico de las Criaturas, Editorial Franciscana Aránzazu (Guipúzcoa 1988).
6] Éloi Leclerc, El sol sale sobre Asís, Sal Terrae (Santander 2000) 99-100.