León XIV en la misa de la Virgen de Guadalupe: Madre que une y lleva alegría
- 12 de diciembre, 2025
- Ciudad del Vaticano (AICA)
León XIV celebró la Eucaristía en la basílica de San Pedro con motivo de la festividad mariana que despierta en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios.
Mientras la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de Guadalupe, el papa León XIV celebró este viernes una Eucaristía en la basílica de San Pedro, ante la presencia de miles de fieles, muchos de ellos provenientes de las Américas, donde la Virgen María se apareció en 1531 a un indígena pobre cerca de la Ciudad de México, entonces capital de la Nueva España.
Durante esta aparición del siglo XVI, la Virgen invitó a Juan Diego a recoger rosas que había preparado. Él obedeció, las recogió en su tilma (una prenda que se usaba como manto en la tradición azteca) y se las mostró a su obispo para convencerlo de construir una iglesia en el lugar de las apariciones. De la humilde prenda del campesino cayeron las fragantes flores, pero el obispo también descubrió la imagen de la Madre de Dios impresa en la tela. Quedó convencido. La iglesia se construyó tres años después al pie del cerro del Tepeyac y se convirtió en el actual santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, donde aún se exhibe la tilma intacta que lució san Juan Diego.
Apoyándose en la tradición cristiana y en el relato fundacional de las apariciones de 1531 en México, el Papa recordó que la presencia maternal de María es como un signo constante de la ternura de Dios en la historia de la humanidad. El obispo de Roma comenzó su homilía comentando un pasaje del Sirácida que describe la Sabiduría divina en términos poéticos. Esta imagen, explicó, encuentra su plena realización en Cristo, la "sabiduría de Dios" hecha carne, "nacida de mujer". La tradición cristiana identifica naturalmente a esta mujer como María, preparada por Dios para acoger a su Hijo.
De hecho, continuó, ¿quién sino María puede decir: "En mí reside toda gracia del camino y de la verdad, toda esperanza de vida y de virtud" (Eclesiástico 24,25 NVI). Por eso la tradición no duda en reconocerla como "la madre del amor", añadió.
Retomando el Evangelio de la Visitación, el Papa destacó la dinámica interior de María, que permite que la Palabra transforme su vida. Como un fuego ardiente, esta Palabra la impulsa a acudir de prisa a su prima Isabel, llevándole la alegría de la salvación. El relato subraya el poder de la presencia mariana: su sencillo saludo hace saltar de alegría al hijo de Isabel. Este momento de gracia da paso al Magníficat, el himno en el que María reconoce la acción del Dios fiel que bendice a su pueblo con la venida de Cristo, "una herencia más dulce que la miel". Llena de alegría en la Anunciación, María a lo largo de su vida "lleva alegría donde la alegría humana es insuficiente".
Esto, señaló el pontífice, es lo que sucede en Guadalupe, donde María "despierta en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios". Tras señalar que la Virgen habló a San Juan Diego en su lengua materna, el papa León XIV afirmó que "en medio de los conflictos, injusticias y sufrimientos que buscan alivio, Nuestra Señora de Guadalupe proclama la esencia de su mensaje: '¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?'". Para el Obispo de Roma, este mensaje sigue siendo tan relevante como siempre. María, especificó, ofrece una presencia solidaria en momentos en que "la vida se vuelve insoportable" e invita a todos a acoger su intercesión maternal.
Durante esta misa en memoria de Nuestra Señora de Guadalupe, el sucesor de Pedro ofreció una oración pidiendo a la Virgen que enseñe a las naciones a no dividirse en "bandos irreconciliables" y a proteger la dignidad humana "en todas las etapas de la vida". Instó a quienes ostentan el poder a ejercer la autoridad como un servicio, no como una forma de dominación. León XIV también encomendó a María a los jóvenes vulnerables a las adicciones, la delincuencia y la pérdida de sentido, así como a las familias y educadores llamados a transmitir la fe con "dulzura, precisión y claridad".
Por otro lado, el Papa enfatizó la necesidad de unidad en la Iglesia, pidiendo a la Madre de Dios que derribe los muros que separan a los creyentes y que recupere a los que se han extraviado, orando también por el clero, las personas consagradas y todos aquellos que tienen la responsabilidad de guiar espiritualmente al pueblo cristiano.
"Virgen Santa, ayúdanos a conservar el Evangelio en nuestros corazones, como tú lo hiciste (cf. Lc 2,51). Ayúdanos a comprender que, aunque somos los destinatarios, no somos los dueños de este mensaje, sino que, como san Juan Diego, somos simplemente sus servidores".
Haciendo eco de las palabras de san Juan Pablo II, León XIV imploró a María que apoyara al Sucesor de Pedro en su misión de "atar, desatar y redimir toda la miseria humana". La homilía concluyó con una invitación a la confianza: con María, incluso "el invierno se convierte en tiempo de rosas", afirmó. El Papa también animó a los fieles a guardar el Evangelio en sus corazones, a convertirse en verdaderos servidores de la Buena Nueva y a caminar juntos hacia la patria prometida por Cristo.+
