Meditaciones de Adviento: La unidad no borra la diversidad
- 12 de diciembre, 2025
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En presencia de León XIV y los cardenales de la Curia Romana, el predicador pontificio ofreció su segunda meditación de Adviento sobre el tema "Esperar y apresurar la llegada del Día de Dios".
Segunda meditación de Adviento del padre Roberto Pasolini OFM Cap (VaticanMedia)
¿De qué unidad debemos ser testigos? ¿Y cómo podemos ofrecer al mundo una comunión creíble que no sea simplemente una llamada general a la fraternidad? Estas fueron las preguntas centrales de la segunda de las tres meditaciones de Adviento del padre Roberto Pasolini OFM Cap, predicador de la Casa Pontificia, ofrecida hoy en el Aula Pablo VI ante la presencia del papa León XIV, cardenales y miembros de la Curia Romana. El tema de estas reflexiones es: "Esperar y apresurar la llegada del Día de Dios".
La Torre de Babel y el miedo a la dispersión
Tras la primera meditación, dedicada a la "Parusía del Señor", el padre Pasolini desarrolló su reflexión de hoy en torno a tres imágenes: la Torre de Babel, Pentecostés y la reconstrucción del Templo de Jerusalén.
La primera imagen -la ciudad fortificada y la altísima torre- simboliza a la familia humana, que tras el diluvio lucha por superar su "miedo a la dispersión". Sin embargo, dijo Pasolini, este proyecto esconde una "lógica fatal", pues la unidad se busca "no mediante la fusión de las diferencias, sino mediante la uniformidad".
"Es el sueño de un mundo donde nadie es diferente, nadie se arriesga, todo es predecible", observó, enfatizando que la torre no se construyó con piedras irregulares, sino con ladrillos perfectamente idénticos. El resultado es una uniformidad, pero aparente y engañosa, porque "se logra a costa de eliminar las voces individuales".
Totalitarismos y algoritmos
El predicador se refirió así a la época contemporánea, concretamente a los regímenes totalitarios del siglo XX, que impusieron un pensamiento uniforme, silenciando y persiguiendo la disidencia. Sin embargo, "cuando la unidad se construye suprimiendo las diferencias", añadió, "el resultado no es la comunión, sino la muerte".
Agregó que incluso hoy, "en la era de las redes sociales y la inteligencia artificial", no faltan las amenazas relacionadas con la uniformidad; por el contrario: adoptan nuevas formas en las que los algoritmos crean "burbujas de información uniforme", patrones predecibles que reducen la complejidad humana a estándares, plataformas que buscan un consenso rápido y castigan la "oposición reflexiva".

Se trata de una tentación que "no perdona ni siquiera a la Iglesia", explicó el capuchino, recordando cómo a menudo en la historia se confundió la unidad de la fe con la uniformidad, en detrimento "del ritmo lento de la comunión, que no teme la confrontación y no borra los matices".
La diferencia es la gramática de la existencia
Mientras tanto, continuó el padre Pasolini, un mundo construido sobre una utopía de copias idénticas "es lo opuesto a la creación", porque "Dios crea separando, distinguiendo, diferenciando" la luz de la oscuridad, el agua de la tierra, el día de la noche. En este sentido, "la diferencia es la gramática misma de la existencia", y su rechazo significa invertir el "impulso creativo" en busca de una falsa sensación de seguridad, que en realidad es "un rechazo de la libertad".
Dios restaura la dignidad a los individuos
La confusión de idiomas con la que Dios responde a la Torre de Babel no es, por tanto, un castigo, sino una "terapia", recalcó de nuevo el predicador de la Casa Pontificia: el Señor "devuelve la dignidad a las personas", ofreciendo de nuevo a la humanidad "el bien más preciado", es decir, "la posibilidad de que no todos sean iguales". Porque "no hay comunión sin diferencia".
Pentecostés: símbolo de comunión
La segunda imagen, Pentecostés, es un símbolo de comunión a pesar de la falta de uniformidad. Los apóstoles hablan sus propios idiomas, y los oyentes comprenden los suyos, porque "la diversidad permanece, pero no divide"; las diferencias no se eliminan para crear unidad, sino que se transforman "en el tejido de una comunión más amplia".
Sin los atajos del conservadurismo y la innovación acrítica
Finalmente, el Padre Pasolini presentó una tercera imagen: el Templo de Jerusalén, destruido y reconstruido repetidamente. Cada reconstrucción, explicó, "nunca puede ser un recorrido lineal", pues estará compuesta de "entusiasmos y lágrimas, nuevos impulsos y profundos anhelos".
Todo esto constituye un "valioso compendio" para comprender la "eterna necesidad" de renovación en la Iglesia, bien personificada por San Francisco de Asís. La Iglesia está llamada a dejarse reconstruir continuamente, a revelar la "belleza del Evangelio", permaneciendo fiel a sí misma y, al mismo tiempo, "sirviendo al mundo".

Una Iglesia que se renueva es aquella que puede "abrazar la diversidad" y es capaz de una "auténtica guerra espiritual", libre de los "atajos del puro conservadurismo y la innovación acrítica". Así como los israelitas, tras su regreso del cautiverio babilónico, reconstruyeron las murallas de Jerusalén con la espada desenvainada, todos deben trabajar en la renovación de la Iglesia, preparados para la guerra espiritual. Y, al igual que los israelitas, cada uno es responsable de su parte en la construcción.
El Concilio Vaticano II y la "Primavera del Espíritu"
El predicador pontificio dedicó su reflexión final al Concilio Vaticano II: sesenta años después de esta reunión, llamada la "Primavera del Espíritu", observamos tanto un "declive en las prácticas, los números y las estructuras históricas de la vida cristiana" como nuevos movimientos del Espíritu que se manifiestan en la "centralidad de la Palabra de Dios". Afirmó que el camino sinodal se ha convertido en una "forma necesaria", y el cristianismo florece en muchas regiones del mundo.
"La decadencia -explicó el predicador- se convierte en caída cuando la Iglesia pierde la conciencia de su naturaleza sacramental y se considera una organización social, reduciendo la fe a la ética, la liturgia a la función y la vida cristiana a la moralización".
Mientras tanto, más allá de posturas ideológicas como el tradicionalismo y el progresismo, la decadencia puede convertirse en un tiempo de gracia cuando la Iglesia regresa al corazón del Evangelio, alejándose de las estrategias humanas, de las divisiones que fragmentan y estérilizan todo diálogo, y de las "soluciones inmediatas y fáciles".+
